miércoles, 20 de junio de 2007

El tiempo en Arquitectura:

Leyendo el artículo de “Miscelánea de prejuicios propios y opiniones ajenas, acerca del Mundo, el Demonio y la Arquitectura” llama mi atención la forma en que Agustín de Hipona describe el concepto tiempo: “los tiempos son tres: el presente de las cosas pasadas, el presente de las cosas presentes y el presente de las cosas futuras”, es decir, define el tiempo precisamente con el menos exacto de sus estados, el más indeterminado, el más complejo, el más abstracto; el presente.
El presente es una sutil línea que “separa” el pasado del futuro, un acto dinámico en el que es casi imposible discernir un origen y un final, pero al mismo tiempo también puede ser, según Walter Benjamín la franja “donde el tiempo responde y ha llegado a pararse”. A pesar de lo incierto del tiempo, por definirse a partir del presente y por su enorme poder de abstracción, éste es, en muchos casos, el sistema de referencia que nos permite medir, valorar, analizar y discutir íntegramente los acontecimientos del mundo que nos rodea.


¿Cómo debe posicionarse la Arquitectura frente al factor tiempo?

Decía Alejandro de la Sota que “hablar de arquitectura moderna es tema que no nos gusta; preferimos hacerlo de arquitectura buena y arquitectura mala y, en cualquiera de éstas entendemos que entra, y no puede prescindirse de él, el factor tiempo. He aquí un punto interesante: el tiempo entra a formar parte, y de manera importantísima, en lo bueno y en lo malo, y de forma tal que puede llegar a invertir estos términos: malo en bueno y bueno en malo”.
La modernidad en arquitectura es un concepto que se “tambalea” sobre la “sutil línea” que nos proporciona el presente, es un valor que se le aplica a una obra de arquitectura, y que, como una mala pintura, rápidamente se desprende de ésta dejándola a la intemperie y enseñando lo que la obra tiene de sincera y verdadera, “desarraigándose” de las características que imperaban en el momento de su creación, de su contemporaneidad, y recuperando su valor efectivo.
No podemos, o no debemos proyectar la arquitectura como un proceso aislado en el tiempo e inherente a uno de los estados de éste, es decir, no podemos proyectar desde el presente “mirando” exclusivamente hacia el pasado, o hacia el futuro, o, incluso, hacia el propio presente, sino, más bien, habría que proyectar basándonos en un “presente que acumule en sí todo cuanto haya ocurrido, y todo cuanto pudiera haber ocurrido, y todo cuanto no fuera posible que ocurriera”.
La arquitectura contemporánea, por lo tanto, no debe consistir en proyectar “levitando sobre nuestro alrededor”, sin que nada nos afecte, sino, más bien, proyectar dejándose “empapar” y absorbiendo todas las enseñanzas que se desprenden de los factores contemporáneos (sociales, económicos, culturales, etc.), y no sólo de éstos, sino también de las etapas anteriores a modo de sustratos ideológicos en los que basarnos y desde los que avanzar, y de las futuras como una motivación más que incentiva el progreso.
Mirar el presente, y desde éste, el pasado y el futuro, y siempre adoptar una actitud crítica que nos permita “tamizar” los elementos que nos permitan hacer una arquitectura de precisión, una arquitectura que responda a las necesidades reales de nuestra sociedad, una arquitectura que no consista solamente en construir, sino en dar respuesta a las actividades humanas de la forma más sincera y natural posible.

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