miércoles, 20 de junio de 2007

La delgada línea roja
El 16 de diciembre de 2004 se designó Zaragoza como sede de la Exposición internacional de 2008, gracias a dos factores decisivos en la resolución del jurado: el tema y el emplazamiento. Se producía un compendio de situaciones específicas en un mismo lugar, y la propuesta de Zaragoza fue consciente de ello y lo supo aprovechar. Actualmente se vive un período acusado de sequía, donde las discusiones sobre la optimización del agua crean intensos debates. En el ojo del huracán de ese debate y como punto clave en el Plan Hidrológico Nacional se sitúa el trasvase del Ebro hacia el levante español. Por ello y dada la situación especial del emplazamiento decidido, en un meandro del río, se escoge como tema el agua, con el lema “Agua y desarrollo sostenible”, haciendo referencia no solo a la importancia del agua sino entendiéndola como motor ecológico y artífice de una tendencia creciente respecto a la preocupación por el medio ambiente. Se produce aquí un punto conflictivo de naturalezas encontradas; por un lado, la iniciativa del desarrollo sostenible. Por otro, el crecimiento urbano que una exposición universal lleva consigo. El recinto de la Expo es fácilmente controlable a través del proyecto, pero ¿que pasa con las instalaciones complementarias que se crean a su alrededor? No son la imagen que se vende, pero sí la que se queda y la que más influye sobre la ciudadanía que acoge esta nueva parte de ciudad. Todo ello sin contar con la revalorización del suelo de ese sector, mucho más atractivo ahora. No hay que perder de vista que el recinto incluye un sobredimensionado de infraestructuras que, una vez pasado el período de exposición, tendrán una capacidad muy superior a la demanda normal, por lo que es probable que actúen como foco de crecimiento urbano.
Por otra parte, es una delgada línea roja la que separa un proyecto unitario sensible con la inestabilidad del agua, valorándola en su justa medida y sin hacer abuso de ella, de otro tipo de proyectos que elogien el agua a través de su uso masivo e incontrolado. Éste ha sido un recurso muy utilizado por la arquitectura árabe a través de acequias, fuentes, etc. Solo que esos puntos significativos eran estrictamente funcionales, muy puntuales o desarrollados sobre superficies relativamente reducidas. La superficie de una Expo es muy superior. Por lo tanto, nos arriesgamos a traicionar los principios del desarrollo sostenible.
Otro punto a tener en cuenta es la escasez del agua. La mayoría de los proyectos utilizan ésta como recurso primordial, siendo la imagen paradigmática que se muestra. ¿Qué pasaría si un día el aporte de agua que necesita el recinto para su normal funcionamiento se ve recortado por escasez? ¿Se convertiría en un desierto inhabitable, recordando los tristes paisajes de pantanos medio vacíos? o ¿podría seguir funcionando con normalidad?
Ya como reflexión final se me plantea que el recurso de la sostenibilidad como eslogan puede llegar a ser traicionero por el carácter efímero de la exposición. El hito histórico que representa para una ciudad justifica el “lifting” urbano y las millonarias inversiones que se realizan en la ciudad, aunque camufladas en ella puedan ir operaciones secundarias que no sigan la misma línea; no es del todo relevante la inversión económica, puesto que se supone se deberá recuperar fácilmente. Lo que me preocuparía es la justificación de proyectos muy sofisticados por lo simbólico del momento. Se permiten ciertas licencias que en otro momento no serían toleradas. El caso es que pasada la exposición el uso cotidiano de esos proyectos no fundamentan ciertos gestos de abuso energético o de recursos. Por ello no hay que dejarse llevar por las imágenes sugerentes del espacio propuesto en el momento de máximo rendimiento, sino en ese período posterior de práctica soledad. No hace falta recordar las experiencias de la isla de La Cartuja, donde un despliegue mediático tan importante no ha sabido reaprovechar sus cualidades. Para ésta nos prometen la integración en la ciudad posteriormente; ojalá tengan razón

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