La visión del arquitecto
“La relación entre naturaleza y construcción es decisiva en arquitectura. Esta relación, fuente permanente de cualquier proyecto, es para mi una especie de obsesión; siempre fue determinante en el curso de la historia y, a pesar de ello, hoy tiende hacia una extinción progresiva.” Álvaro Siza (Imaginar la evidencia)
Las palabras de Álvaro Siza, certeras y directas, hacen pensar sobre la función del arquitecto, y su relación con el entorno, medio sobre el que actúa y conforma según le dicta su razón. Tener la capacidad de observar con otros ojos aquellos elementos y situaciones cotidianas que nos rodean, y sacar de ellas una enseñanza ajena a academicismos, pero igual de valiosa (si no más), es un reto del arquitecto de hoy en día.
Quizás estemos demasiado influidos por las fabulosas publicaciones que nos muestran edificios de un derroche técnico y con un gran despliegue de medios, pero quizás llegar a eso es más sea más fácil que saber intervenir con acertada sensibilidad en un entorno natural y frágil. La capacidad de saber hasta dónde se debe construir sin dañar el medio sobre el que se actúa, potenciando los valores intrínsecos del lugar, y dejando que la arquitectura sea un mero conductor para el usuario posterior. Ese creo que es el reto del arquitecto de este siglo. Volver a aprender de la naturaleza y la arquitectura vernácula, y trasladar lo aprendido a un lenguaje contemporáneo. Saber hacer una arquitectura que se adapte lo mejor posible al medio en que se inserta, sin sobreponerse a éste, ni eliminarlo con su presencia.
“(…) mi proyecto pretendía optimizar las condiciones creadas por la naturaleza, que ya había iniciado por su parte el diseño de una piscina en aquel mismo sitio. Era preciso sacar partido de las rocas, completando la contención del agua tan sólo con las paredes que resultasen estrictamente necesarias. Así nació una ligazón mucho más estrecha entre lo natural y lo construido.
Piscinas en LeÇa de Palmeira, Oporto. Álvaro Siza
Una arquitectura de grandes líneas y de amplias paredes buscaba así un encuentro con las rocas en el lugar adecuado. El objetivo consistía en delinear una geometría en aquella imagen orgánica: descubrir lo que estaba disponible, pronto a recibir la geometría. Arquitectura es geometrizar.” Álvaro Siza (Imaginar la evidencia. A propósito de las piscinas en LeÇa de Palmeira)
Piscinas en LeÇa de Palmeira, Oporto. Paso de vestuarios a piscinas. Álvaro Siza
La limpieza de formas con la que Álvaro Siza resuelve las piscinas en LeÇa de Palmeira, buscando los acuerdos con las elevaciones y salientes de las rocas, creados por el oleaje durante siglos es una lección de arquitectura de mínimos construidos que transmite rotundidad en la obra al visitante, no por lo construido, sino por la capacidad de saber construir lo mínimo y apropiarse para el proyecto de lo existente y ponerlo en valor. Quizás es más acertado pensar que el proyecto ya estaba iniciado hace muchísimos años, y que sólo faltaba la acertada mirada del arquitecto para descubrir una “obra a medias” y terminarla.
El cuerpo de los vestuarios se aprecia desde la carretera como una pieza alargada que se contempla como una continuación del muro del paseo marítimo, dejando en su interior un pequeño edificio semi-excavado, que transporta al usuario poco a poco a estas piscinas, con un tránsito exterior-interior-exterior; tránsito que sirve de potenciador del entorno natural final, junto con los sonidos del mar y la percepción de la gente que ya se encuentra dentro de las piscinas, y que quedan por encima del muro de hormigón que delimitan vestuarios y piscinas. Salir al espacio rocoso de las piscinas lleva al usuario a la apreciación de que ese espacio es natural, y lo allí construido propio del sitio. Se distingue el mar de fondo, su sonido y las rocas que conforman los recorridos dentro de las piscinas, pero éstas en si no se advierten como una construcción ajena al lugar, sino que se toman como un elemento propio. Esa potenciación de los valores previos a la intervención es el verdadero proyecto de arquitectura.
Todo esto, por supuesto, no es gratuito. Viene precedido de una investigación proyectual importante. El no quedarse con lo ya aprendido, sino aprender de todo aquello que uno se encuentra. Se puede y se debe investigar en cada proyecto; se puede investigar proyectando, y se puede aprender de todo aquello que nos rodea.
Cuevas del Sacromonte, Granada.
Existe una arquitectura popular y propia de cada sitio, que correctamente estudiada e interpretada puede darnos muchísima información sobre futuros proyectos o modos de intervenir en un medio que nos viene dado y transformado por otros hombres desde hace siglos. En Granada tenemos varios ejemplos de arquitectura que nos son propios y muy característico, como son las cuevas, donde se habita desde hace siglos, y que transmiten al atento observador un mundo de arquitectura de mínimos, que se apropia de las características de confort que le proporciona el terreno, y que interviene sobre éste de un modo mínimo, quizás encalando frentes de cueva, horadando la superficie con sus chimeneas, o incluso ni eso, viviendo en el hueco desnudo y natural. La relación entre el hombre y su entorno es aquí patente más que en el convulso centro de la ciudad. Comprender y asimilar estas relaciones con el entorno, con la historia y con el modo de vivir de las gentes, es quizás uno de los valores más importantes que debe de tener un arquitecto hoy en día. Comprender la riqueza de matices de estos espacios, con callejuelas y cuestas, pequeñas placitas o ensanches que sirven de espacios de relación a sus gentes, y que nos descubren miradas cercanas y lejanas de la ciudad y su entorno.
La visión de la Alhambra entre un muro de cueva encalado y las hojas de una parra que cuelga de un jardín cercano quizás sea más reveladora que el mirador más preparado o que el ventanal dirigido más estudiado que se pueda plantear en cualquier proyecto.
Esta precisión de espacios, quizás no buscada intencionalmente, tiene mucho que enseñarnos todavía, pero para eso el arquitecto, o el estudiante de arquitectura tiene que mirar con ojos ávidos de información, texturas, situaciones y gentes…
Igualmente, encontramos en la Vega de Granada, una tipología arquitectónica propia del lugar, y que tiene mucho que enseñarnos: Los secaderos de tabaco.
Secadero. Vega de Granada
Los secaderos de la vega granadina son una excelente muestra de optimización de recurso para un fin concreto. La escasez de medios de su construcción y su aspecto casi temporal, contrasta con su efectividad a la hora de desarrollar aquello para lo que fueron concebidos. Nunca una inversión menor produjo unos rendimientos tan altos. Son verdaderas máquinas de producción obtenidas del saber y buen hacer popular. Esta sutileza constructiva debe hacernos reflexionar a la hora de proponer soluciones en nuestros proyectos, pues muchas veces la solución más evidente es rechazada por una falta de “modernidad” equivoca.
Además de estas cualidades, podemos encontrar en los secaderos todo un mundo de veladuras, transparencias y filtros vegetales que a priori uno nunca podría imaginar, y que nos pueden mostrar mucho de arquitectura y tratamiento de la luz, los espacios y las relaciones con el entorno inmediato. Todo esto es un legado que debemos asimilar, aprehender y transmitir.
A mi parecer, es más importante el saber utilizar aquello entre lo que nos hemos formado como personas, para la arquitectura, que utilizar los conocimientos tecnológicos de la enseñanza de la arquitectura para modificar aquellos espacios en los que nos hemos criado.
“Me gusta pensar que hago arquitectura desde hace 6000 años, desde que existen pinturas al abrigo de las cuevas. Formar parte de un gremio u oficio, ser eslabón de una cadena humana que, de muy distintas maneras, procura confort y cobijo a los demás. (…)
3 comentarios:
Hola Juanje, me parece muy acertada tu reflexión. No se si el año pasado estuvistes en el viaje a Oporto que se hizo en Proyectos 4, esque estuvimos en las piscinas de Alvaro Siza y la verdad es que es dificil escribir la sensación de estan en frente del Atlántico, con toda su fuerza, y darse cuenta de que la arquitectura simplemente acompaña a la topografía y cede el protagonismo al espectaculo natural que alli acontece. Para todo aquel que no haya estado, esta relativamente cerca y merece la pena acercarse a verlo, en realidad la arquitectura hay que vivirla, y emociona mucho cuando has estudiado tanto algunas obras y luego las visitas, porque eres consciente de su valor. Lo mismo nos pasó con la casa del Té, tambien de Siza
NO SE SI SABES QUE EN LA LECCION MAGISTRAL DE MI TITULARIDAD HABLE DE LAS PISCINAS DE SIZA. ME PARECE UNA OBRA MAGISTRAL. YA HABLAREMOS. ELISA
Hola Juan Antonio. Si que estuve el año pasado en ese viaje. De ahí son las fotos. Estoy de acuerdo contigo, pues no es lo mismo estudiar una obra que poder recorrerla y percibir las distintas sensaciones que provoca cada uno de los espacios. Además, aquel día había mucho oleaje, y esa fuerza del atlántico, y el acomodo perfecto de la arquitectura de Siza se hacían mucho más patentes.
Elisa, no sabía nada de eso que me comentas, pero sería interesante conocer esa reflexión sobre una obra tan importante.
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