miércoles, 20 de junio de 2007

"UNA VERSIÓN DE LA REALIDAD
REALIZADA EN LABORATORIO"




-¿Que las estrellas son tuyas?

-Sí.

-¿Y cómo es posible poseer estrellas?

-¿De quién son las estrellas? -contestó punzante el hombre de negocios.

-No sé. . . De nadie.

-Entonces son mías, puesto que he sido el primero a quien se le ha ocurrido la idea.
-¿Y eso basta?

-Naturalmente. Si te encuentras un diamante que nadie reclama, el diamante es tuyo. Si encontraras una isla que a nadie pertenece, la isla es tuya. Si eres el primero en tener una idea y la haces patentar, nadie puede aprovecharla: es tuya. Las estrellas son mías, puesto que nadie, antes que yo, ha pensado en poseerlas.

[…]



¿De quién es la arquitectura? ¿Es nuestra acaso?

Nos centramos en este envite caprichoso y narcisista (como dice Alejandro de la Sota) y nos olvidamos de nuestra tarea como arquitectos, para convertirnos en esclavos de nosotros mismos, de nuestros deseos, y no de las necesidades que la sociedad reclama.

Hoy podría tratar la precisión evidente de artistas y arquitectos, el tacto de Siza, su pureza, podía explicar las sensaciones que nos producen plantarnos ante un Rothko, ante su grandeza, pero todo esto sería demasiado evidente. “La ansiedad por obtener belleza hace que, a menudo, nos apartemos de ella” (Carlos Martí Arís).

Personalmente la conferencia que más me ha sorprendido este año ha sido la de Izaskun Chinchilla, arquitecta de 30 años y matrícula de honor fin de carrera en 2002 –la primera en 17 años en la Escuela de Madrid– de todos conocida por sus extravancias y su investigación en el campo de la sostenibilidad. “Observando la arquitectura reciente, casi a nivel mundial, es fácil concluir que la sostenibilidad juega papeles muy distintos en el proceso de proyectación de los diferentes arquitectos. Es una moneda extranjera, el comodín de una baraja oriental o un fetiche mal catalogado. La usamos, la intercambiamos, la acompañamos de argumentos pero no sabemos con precisión cuanto vale ni para que sirve. Algunos han usado la sostenibilidad como excusa. Es decir, han ocultado una baja calidad arquitectónica bajo premisas verdes que se han convertido en argumento absoluto y en móvil demagógico. Tendemos a no comprar los libros que se titulan "Green Architecture" porque describen edificios horribles tardorománticos, nostálgicos o inflamados tecnológicamente. Otros arquitectos la sazonan con timidez como elemento decorativo en un gran menú de diseño sin constatar que la sostenibilidad no es como un buen vinagre sino como la estructura general de una dieta. Es decir, las fachadas llenas de hierbitas, las cubiertas con flores y los sombreritos de captación fotovoltaica son guiños que se agradecen pero que nunca remediaran los excesos de una dieta rica en grasas.”



El principito no quedó del todo satisfecho. -Si yo tengo una bufanda, puedo ponérmela al cuello y llevármela. Si soy dueño de una flor, puedo cortarla y llevármela también. ¡Pero tú no puedes llevarte las estrellas! […]


Izaskun no tiene obra construida, a pesar de su proyecto fin de carrera, y de los múltiples concursos que ha ganado, tanto con él como con el resto de sus proyectos. “Lo de llegar a los 40 años sin haber construido es específico de España, y es patológico, da igual el currículo que tengas. Mi experiencia con cuatro años de ejercicio profesional es que todo son dificultades. Me presento a concursos abiertos, y llevo, además de dos primeros premios, ocho segundos, que sólo suponen un reconocimiento al valor de la obra. Es muy duro, una empresa que pocas veces tiene recompensa”. Podíamos decir que Izaskun se mueve en otro ámbito, el ámbito de la investigación en arquitectura, y es inevitable plantearse si el futuro estará en esas investigaciones o seguirá a la deriva por el pasado. Rem Koolhaas afirmaba en su libro "Conversaciones con Estudiantes" que, “desde el año 1992, las autoridades acudían a los arquitectos no buscando soluciones para edificios sino ansiando propuestas para usar y reutilizar espacios urbanos a los que querían sacar un máximo partido”, la arquitectura está cansada de su falta de evolución y a la vez del progreso en el que se encamina, cansada de rascacielos giratorios, de ciudades verticales de 1 km de alto y sobre todo cansada de adosados unifamiliares. Concretamente en este ámbito, la arquitecta nos contaba en su exposición “una versión de la realidad realizada en laboratorio” uno de sus proyectos ganados a concurso recientemente: un conjunto de viviendas en Las Dehesillas, en una zona que pretendía explotarse aprovechando el golf como atractivo turístico. Desde la premisa de que un número menor de 60 viviendas por hectárea es insostenible además de un desperdicio de terreno nos planteaba propiedades extensibles: casas pequeñas con terreno que ofrecieran la posibilidad de alquileres extras de dormitorios u otras piezas residenciales. Existían varios tipos de vivienda, una, por ejemplo, rodeaba a un árbol exótico y lo hacía participe de la familia, de la vida de la casa; otra se asomaba a la montaña, intentando recogerla con forma de media luna… Nuevas tipologías, que posibles o no, ayudan a los jóvenes a atreverse con sus proyectos, a pensar que existe otra arquitectura fuera del límite que algunos tutores nos marcan.

También me sorprendió la manera de enfrentarse a la difícil tarea de explicar un proyecto, el como empezar, ese condensar toda la idea en una frase, en una palabra, en algo que sea fácil de recordar. Me llamó especialmente la atención el título de uno de los proyectos: “Piedra, papel, tijera”, y como desde una premisa tan llamativa explicó todo un proyecto que se estructuraba con tres elementos principales que iban interactuando como si de un juego se tratase.

También hemos tenido la oportunidad de ver proyectos en los que las viviendas eran planteadas como sueños, como traducción directa de los sueños sobre naturaleza y domesticidad populares: el jardín privado, la cabaña en el bosque, dormir bajo las estrellas…


-Yo -dijo aún- tengo una flor a la que riego todos los días; poseo tres volcanes a los que deshollino todas las semanas, pues también me ocupo del que está extinguido; nunca se sabe lo que puede ocurrir. Es útil, pues, para mis volcanes y para mi flor que yo las posea. Pero tú, tú no eres nada útil para las estrellas...




¿Somos entonces útiles para nuestra propia arquitectura? ¿Es esta útil para quien de verdad va a hacer uso de ella? O acaso ¿es útil solo para nosotros? ¿para nuestro ego?

Si rechazamos la máxima positivista que defiende que el conocimiento puede producirse a partir de reflexiones puramente racionales y factores cognitivos, y entendemos en cambio que la innovación es un proceso social debemos poner los medios para que los trabajos innovadores que trascienden las clasificaciones disciplinares se construyan y se negocien fuera de los medios académicos e inscritos en la propia realidad exterior que les hizo ser pertinentes.” Así comenzamos el intento de entender como Izaskun comprende el proceso de proyectar, nos contaba que para ella hoy día el proceso era lineal y equívoco: existe una población que transmite sus necesidades a industria, promotores, estado, etc. Y que esta a la vez se encontraba en la puerta trasera de los arquitectos, por donde se enteraban, indirectamente, de las supuestas necesidades de los supuestos usuarios. La figura del arquitecto a la vez intenta solucionar estas necesidades observando el mundo, pero en esta observación sin darse cuenta interpone un filtro, mira el mundo a través de su propia ventana, pero no ve la supuesta realidad. Todos estos estados intermedios dan lugar a una pérdida de lo real, de la percepción real del problema, y por lo tanto de una solución coherente. Proponiéndonos establecer una crisis en este proceso planteaba la posibilidad de un descubrimiento de la realidad, de un desorden en este proceso que nos lleve a un cambio de paradigmas, para encontrar la relación entre lo espacial y lo funcional. Es decir, si reordenamos el concepto de vivienda, deshaciéndonos de su condición de recinto habitable podemos incluso llegar al extremo opuesto, que es el proceso habitar lo que crea los espacios, lo que los determina como vivienda y no al contrario. Esta idea aplicada a cualquier tipología nos puede llevar a plantearnos nuestra forma de enfrentarnos a un proyecto, nuestra forma de proyectar, hasta el límite de no crear espacios que contengan actividades, sino de descubrir que son las actividades que “creamos” las que determinarán el espacio que ocupen.

1 comentario:

arquitectos en proceso de aprendizaje dijo...

Es interesante. espero que tengamos ocasión de confrontar algunas ideas de estas. elisa