viernes, 22 de junio de 2007

ARQUITECTURA DEL PAISAJE

… una de las afirmaciones más repetidas en los últimos años sea la de que no es posible proyectar la ciudad anticipadamente cuando nos referimos a su condición urbana. Frente a los progresivos fenómenos de urbanización en nuestras ciudades se precisan nuevas estrategias y propuestas concretas de acción.

Ante la idea -la ciudad ya no es el objetivo de acción, sino el territorio donde nos movemos- parece instalarse una carga de renuncia y fascinación autocomplaciente por un fenómeno incontrolable, que más allá de incitarnos a abandonarla como material de proyecto, sólo nos advierte de lo fascinante y complejo del problema.

Con lo anterior, deberíamos preguntarnos por la esencia del proyecto y la pertinencia de los instrumentos con que hemos ido afrontando su definición.

La ciudad actual se enfila hacia un horizonte que va más allá de lo puramente arquitectónico: las herramientas de la arquitectura ya no son suficientes para tratar los problemas de lo urbano. Ya no nos sirve pensar la ciudad como un mecanismo cerrado proyectado desde principios científicos que se opone dialécticamente a algo que podríamos llamar no ciudad, campo o paisaje...- y precisamente en este punto cabría cuestionarse la validez de las mismas categorías de naturaleza o de ciudad.

Históricamente, lo que hemos dado por llamar no ciudad, campo o paisaje ha permanecido bajo dominio de lo urbano: a la explotación sin piedad de sus recursos se ha sumado la capacidad infinita para encajar sin resentimientos los males de la ciudad, a la vez que nos sentábamos distanciados para contemplarla con fascinación.

A partir de ahí, deberíamos dejar de pensar la naturaleza con esa imagen idílica sobre la que los modernos construyeron su ideario y tomar conciencia de una segunda naturaleza compuesta por fragmentos naturales rescatados en forma de parques naturales, extensiones agrícolas, paisajes desertificados…- una segunda naturaleza sobre la que hemos desarrollado una nueva idea de belleza que le es propia. Esto nos llevaría a plantear una relación con lo natural de igual a igual donde todo es un continuo objeto de acción. Dicha relación estaría basada en el tipo de herramientas y procesos naturales que introduciríamos en nuestra disciplina para acercarnos a ella.

……en la naturaleza encontramos configuraciones mínimas de energía capaces de expresarse a través de una mínima cantidad de material, lo que se desvincularía bruscamente de la apariencia maquínica y tecnológica del objeto.

……los sistemas vivos trabajan a través de la geometría (ponemos por caso la geometría fractal ), lo que nos llevaría a generar modelos espaciales en la definición del entorno artificial, el cual podría estar sujeto a procesos de gestión temporal, perturbaciones, decadencia e incluso muerte; todo ello proyectaría una arquitectura con fecha de caducidad, en la que los objetos, tal y como ocurre en la naturaleza, no tienen un solo estado final.

……la formulación de esa nueva mirada también pasaría por practicar cambios de connotaciones en relación a lo auténtico frente a lo falso. Lo completamente artificial, el carácter ornamental y la falsedad ya no son condiciones negativas, sino que tienen el valor de poseer las cualidades de los materiales que emulan; dicho de otro modo, dejaríamos de emular las condiciones visuales de la naturaleza para centrarnos en emular sólo su efecto.

.
.
.


La aplicación de éstas y otras herramientas nos llevarían finalmente a la definición de un nuevo territorio; quizás un lugar a mitad de camino entre la técnica y la cultura.

1 comentario:

María José dijo...

Impresionante